12 SETEMBRE 2014
Siete argumentos para votar
M'ha semblat interessant reproduir aquest article, que ve d'una persona que no és nacionalista ni especialment independentista, però que viu aquí. I si voleu, al final, podeu pitjar en l'enllaç i veure els comentaris al post, molt interessants tots, tant d'un signe com d'un altre. El país som tots, i va bé llegir a persones que tenen el cap ben posat i es saben explicar.
El tic tac del proceso sigue su curso y nadie sabe cómo va a acabar esto. Les voy a decir cómo no va a acabar: No pasa nada, todo sigue igual y todo el mundo para su casa. Esto no va acabar en nada, aunque el Gobierno crea que las heridas se curan solas. Si en el dibujo estratégico de Moncloa creen que esto es una pirotecnia, bonita pero inútil, es que la miopía del Gobierno ha alcanzado ya el nivel Rompetechos.
No apelo al Gobierno. Sé que no voy a convencer a Rajoy y lógicamente tampoco creo que este señor vaya a leer esto que escribo. Me dirijo a usted, Carlos de Cuenca, Andrea de Dos Hermanas, José Luis de Gijón. Les pido que nos ayuden a salir de esto de la única forma que se puede salir, que es votando. Sí, lo sé. Han escuchado mil razones por las que no es posible votar. Me gustaría rebatir algunas de las excusas más comunes. ¿Me acompañan?.
Es ilegal. La soberanía del pueblo español reside en el pueblo español
Pues es cierto. Solo los españoles pueden decidir qué hacer con España. La propuesta es la siguiente: Que los españoles decidan que los catalanes decidan. Eso no es renunciar a la soberanía, sino usarla de manera generosa y sensible. Se podría votar en el conjunto de España, es verdad, pero sería un tanto extraño. Por ejemplo, ¿se imaginan un referéndum por la independencia de Murcia, en el que los murcianos votasen que no y el resto de España votase que sí?. ¿Qué habría que hacer?. ¿Expulsarlos por la fuerza?. Lo lógico en el delicado tema de la escisiones es que primero sepamos si un territorio desea separarse y luego decidir.
Alguien podría pensar que por mucho que los catalanes quieran irse, si el resto de España no está de acuerdo, no se pueden ir. Pero es una situación terrible: Retener por la fuerza, ignorando una opinión mayoritaria (si lo fuera). A mi me parece que un estado moderno, con un profundo sentido democrático, con una sociedad madura, no debería aceptar eso. Sería más lógico usar la soberanía de la siguiente manera: Si ellos deciden irse, nosotros decidiremos que pueden irse. Como ha hecho Gran Bretaña. Como hizo Quebec.
Quiero insistir en este punto: No se trata de que los catalanes usurpen la soberanía a los españoles. Se trata de que los españoles usen su soberanía de una forma elegante, madura y sensible. Votad y acataremos el resultado.
Es una imprudencia: Es mayoritario el sí
Es bastante probable. Ya sé que hay una gran tradición en los gobiernos modernos de convocar referéndums que uno sabe que va a ganar. La Constitución Española, la OTAN, la Constitución Europea, el Estatut... Incluso diría que Cameron aceptó el referéndum porque estaba convencido que lo iba a ganar. Los gobiernos convocan consultas para ganarlas. Y si no, no los convocan.
Eso tiene toda la lógica desde la perspectiva de un gobierno. Por eso, no le apelo a él. Me dirijo a usted, un ciudadano cualquiera de una ciudad cualquiera de España. Si todo esto fuera cierto, si de verdad existiese hoy un sentimiento mayoritario a favor del sí, lo más lógico sería encontrar el mecanismo que permitiera dar respuesta a esa mayoría. ¿No le parece tramposo, incluso inmoral, que exista una mayoría invisible?. ¿Que si sospechamos que la mayoría apuesta por una vía, el único mecanismo que improvisemos sea el de negarles la voz y el voto?. ¿Qué país construímos si silenciamos mayorías?.
Quiero pensar que el principal argumento contra una votación no es que no gusta el resultado más probable. Quiero pensar que en esta regeneración democrática que el país está iniciando, asumimos que no evitamos los conflictos con mordazas.
Es táctico. Cataluña no se quiere ir, solo mejorar su situación
Creo que éste fue el diagnostico inicial del Gobierno y puede que aun lo sea. En realidad los catalanes no se quieren ir, sino que desean más concesiones y si aceptamos un referéndum vamos a tener poco margen de maniobra en el proceso de negociación. Hay quien cree que al final bastará con un par de competencias, un poco de dinero y un gesto simbólico para frenar el proceso. De manera que si éste va a ser el resultado final, mejor no abrir la caja de Pandora de la consulta y llegado el momento, haremos una oferta irrenunciable.
Tengo que decir que el Gobierno catalán es responsable de esta percepción. Después de 30 años de acuerdos tácticos, de negociaciones sotto voce, puede que en el Gobierno piensen que esto es una gran comedia para forzar un acuerdo más favorable. Y, por lo tanto, hay que medir los tiempos y no demostrar debilidad. Pues bien, esto no va a pasar. No hay competencia, ni pacto fiscal, ni gesto simbólico, ni reforma del Senado que evite el referéndum. No hay faroles, ni tics de mus, ni cartas marcadas. Esto no es simulacro y quien lo crea, se va a hundir con el barco. El tiempo no juega a favor de la unión, sino de la independencia, porque cada gesto de indiferencia recluta un nuevo independentista.
Es falaz. Los catalanes están manipulados
La versión es la siguiente: El Gobierno ha creado una estrategia combinada escuela - periódicos - TV3, que ha hecho creer a los catalanes cosas que no son ciertas. Están manipulados, de manera que su voto estaría condicionado por esa acción sistemática del Gobierno, que lleva 30 años creando independentistas. Hoy leo en el ABC que el Gobierno está adiestrando a medio millón de musulmanes para que voten que sí, en una de las páginas más grotescas de la prensa española contemporánea.
Este argumento tiene de entrada un problema casi ontológico. Si el Gobierno ha manipulado a los catalanes, ¿por qué los catalanes pre-manipulación votaron al Gobierno que los manipularía más tarde?. Es decir, ¿cómo consiguió el Gobierno llegar al poder antes de manipular a los votantes?. Tiene además un problema histórico: Si un Gobierno puede, con unas sesiones de televisión por aquí y unas dosis de escuela doctrinaria por allá, hacer creer a alguien lo que el Gobierno desee, ¿por qué el catalanismo aguantó 40 años de matraca franquista?.
Pero vayamos al fondo. He visto algún programa a TV3 donde faltó una visión más amplia. Y yo me ahorraría algún párrafo del libro de texto de Sociales de mi hijo. Y confieso que a mi esto del Tricentenario, ni fu ni fa. También tengo que decir que he visto fragmentos de Telemadrid, de Canal 9 o de la TVE de Urdaci (¿recuerdan?) de vergüenza ajena. Siempre que criticamos la manipulación, damos por sentado que desde nuestra orilla no hay bóttox ni retoques de la realidad. Pero sobre todo, negamos a la sociedad catalana sentido crítico, capacidad de análisis o pluralidad. Porque, ¿cómo explicamos que TV3, esa fábrica de separatistas, haya alcanzado este agosto su mínimo histórico con un share del 11,8%?. ¿Quién manipula al 88% que ha visto Antena3 o TVE?.
Ni Cataluña ni España son Corea del Norte. En el país del 15M, de las redes sociales, del fin del bipartidismo, de una población universitaria por encima de la media europea, me cuesta imaginar ese mecanismo de los perros de Pavlov, en los que bastan dos programas de televisión para cambiar una sociedad.
Es peligroso. Una consulta dividirá la sociedad
Pues es cierto. Ante una consulta binaria (sí o no), la sociedad se divide entre el sí y el no. Si hacemos un referéndum sobre las nucleares, nos dividiremos entre el sí y el no. Y si tenemos que decidir entre Beatles y Rollings, crearemos dos grupos.
De hecho, hay muchos grupos binarios: Los que ante una imagen morbosa en la TV dicen "No puedo verlo, no puedo verlo" y los que dicen "Mira, mira, mira". Los que en museo de arte moderno ponen cara de entender algo y los que en un museo de arte moderno ponen cara de no entender nada. Los que explican un chiste que hace gracia y los que explican el mismo chiste y no hace gracia. Los que dejan propina y los que gritan airadamente "Pues a mi nadie me da propina por hacer mi trabajo". Las sociedades, por fortuna diría, se dividen y subdividen en grupos que conviven aunque discrepen.
Lo sé. He hecho trampa. Lo que quieren decir no es que divida en el sentido que agrupe a dos colectivos, sino que los enfrenta, los pone frente a frente. Pero cualquier observador en Cataluña puede constatar que esta división forma parte del día a día cotidiano. Que con consulta o sin ella, están los del sí y los del no. El referéndum no evitará esta dualidad, pero sí hará visible a los partidarios del no. Como ahora la consulta es una entelequia, los del no son invisibles. Abrir las urnas, permitirá eschuchar los unos y los otros, sacará de la clandestinidad los argumentos a favor de la permanencia en España.
Pues sí, el referéndum divide la sociedad, como todos los referéndums. Pero en realidad, la sociedad ya está dividida. Y que haya dos grandes grupos que defiendan dos grandes ideas me parece más bien un síntoma de normalidad.
Es absurdo. A Cataluña le iría peor fuera de España
Es una posibilidad. Tal vez este movimiento popular sea un suicidio colectivo y Cataluña pierda peso en Europa, comercio con España, relaciones con América y papel en el Mediterráneo. Puede que se resienta la industria, el turismo, el modelo energético o la proyección de Barcelona en el mundo. O puede que no. Tal y como está el panorama, yo no me arriesgaría mucho a hacer cálculos futuristas, no sea que un peak oil o un boom de África arruine todas las predicciones ceteris paribus. Y es verdad que el soberanismo vende la independencia como El Dorado. Tanto como que el unionismo lo vende como la apocalipsis.
Pero la cuestión no es ésa. No se trata de un debate tecnocrático, Excel en mano, que calcule pros y contras de la escisión. La democracia no es la razón de la mayoría, porque la mayoría a veces se equivoca. La democracia es el derecho de la mayoría a equivocarse. No se trata de si el sí o el no tienen razón, tienen más argumentos. Se trata de algo mucho más nuclear: El derecho a decidir, incluso a decidir una solución equivocada.
Los argumentos en contra de la secesión no pueden bastar para impedir un referéndum. Eso sería como admitir que unos pocos piensan por todos. Si existen argumentos sólidos a favor de quedarse (que los hay), lo más práctico es facilitar una consulta y convencer a una mayoría de los motivos para mantenernos unidos.
Es insolidario. A España le va a ir peor sin Cataluña
Pues es bastante probable. A ningún estado le apetece desprenderse de una parte de su territorio, de su capital humano, de su talento y de su capacidad empresarial o de su sistema logístico. Además, si Cataluña tiene una renta per cápita superior a la media, no es temerario pensar que el sistema económico y financiero del país se va a resentir. A diferencia de muchos catalanes, defiendo que el déficit fiscal no es lo que Cataluña va a ganar si se independiza. Pero probablemente sí será lo que pierda España, como ha recordado Monago.
Y éste es un argumento tenaz, muy sólido, que a mi me hace pensar mucho. ¿No será al final un gesto insolidario que evita la solidaridad territorial para ser, en definitiva, un poco más ricos?. Pero la sanidad universal que defendemos para todos los españoles, no incluye a los ruandeses o los haitianos. Nuestro modelo de educación pública no vale para Bolivia ni para Timor Oriental. España también limita la solidaridad a los españoles y excluye a los no españoles. Y los colombianos a los colombianos. Y los finlandeses a los finlandeses. En este modelo imperfecto que hemos heredado, los estados son eso: el ámbito geográfico en el que fijamos el límite de la solidaridad.
Y es cierto que muchos países tienen una política de solidaridad internacional, de igual forma que hay individuos que colaboran con ACNUR o con Médicos sin Fronteras. Hay cinco países que han llegado al umbral del 0,7% que propuso la ONU en 1980. Pero hay un principio básico que regula eso que llamamos solidaridad: Ha de ser voluntaria. No se puede forzar. Si Cataluña continúa en España, debe contribuir a la solidaridad interterritorial, porque eso quiere decir formar parte de un estado: Fijar los límites territoriales de la distribución de rentas. Pero eso es la consecuencia de estar en un Estado. No puede ser nunca la causa. Cataluña no se puede quedar en España simplemente porque si se va los españoles serán un poco más pobres.
Un gesto
Apoyar un referéndum, que es probable que favorezca el sí, y que dibuja un escenario que es probable que perjudique al resto de España. Nunca fue más difícil pedir comprensión. Pero si una mayoría de los catalanes quieren irse, por las razones que sean, lo más justo, lo más razonable, lo más lógico es que se vayan.
Casi no quedan personas en Cataluña que no admitan que lo más sensato es votar. Muchos creen además que hay que votar sí. Pero es que hasta la fecha no se han oído los argumentos del no. Como no hay referéndum, no hay razones. Votar para aportar una visión desde el no. Votar para debatir. Para contrastar. Para hablar y escuchar.
La sociedad española es una sociedad muy madura. Tolerante. Pero sobre todo es justa. Es una sociedad cansada de los vicios de una vieja política, que se plantea el reto de una gigantesca regeneración. Que sabe que hay que empezar a hacer las cosas de forma diferente, combatiendo los discursos vacíos, los tics del pasado y sobre todo, las situaciones injustas. Me atrevo a decir que no será creíble este cambio si ante un grito de millones de personas se responde con un silencio.
Me atrevo a sugerirle que nos ayude a votar. Pidiendo al Gobierno que admita la vía del voto (#QueVoten). Que ajuste la ley a la realidad y no la realidad a la ley. Apoyando una causa que es justa. Y además, necesaria.
Y otro día les cuento qué votaría.
De bat a bat: Siete argumentos para votar
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