Benvinguda

Benvinguts/des al meu bloc.
Sóc tianenc des dels 2 anys, amb anades i vingudes per motius de feina i personals, des del
nou segle que visc de forma definitiva al 'meu' poble.
Ara, arribada la cinquantena, he resolt comprometre'm políticament amb la independència del meu país: primer a la consulta Tiana Decideix, el desembre de 2009, i després de la creació de Solidaritat Catalana per la Independència, adherint-me i formant part del nucli del nou espai polític, especialment a nivell local i comarcal.
A partir de les eleccions municipals de 22 de maig de 2011, on la llista de Solidaritat per la Independència es va quedar a les portes d'aconseguir representació a l'Ajuntament de Tiana, vaig crear aquest bloc per anar expressant el meu parer sobre les coses que van passant al meu poble, i també sobre coses més globals de pensament social i polític, per dialogar amb tots aquells que hi vulgueu aportar coses.
Ara, abandonada la meva militància política de partit des de principis de 2013, la meva feina, com la de milers de catalans de la societat civil, es centra en entitats com el Fòrum Tiana Decideix, que alhora és la territorial tianenca de l'ANC. Aquest moviment ve de baix, i des de baix l'hem d'empènyer.

dissabte, 15 d’octubre del 2011

Xavier Basiana: "He ido por delante del Ayuntamiento en varias ocasiones"

Simplement, m'ha agradat molt l'entrevista d'aquest senyor, especialment la segona part, dedicada a la Nau Ivanow...


El impulsor de la vibrante Nau Ivanow fue el ideólogo -apenas reconocido- de la estación de AVE en La Sagrera

Cultura | 15/10/2011 - 00:17h- LA VANGUARDIA
Dice que no sirve para la fama, pero fácilmente podría ser uno de los arquitectos y fotógrafos más mediáticos de Barcelona. En la ciudad preolímpica, cuando todos mirábamos la transformación del litoral, Xavier Basiana (Manresa, 1953) soñaba despierto desde su ventana con vistas al enjambre de vías de La Sagrera. Él allí veía un gran parque lineal y una segunda estación de tren para Barcelona e incluso convenció a Norman Foster para realizar el proyecto. No es la única idea que Basiana ha regalado a la ciudad. Sin hacer ruido, ha presentado al Ayuntamiento numerosos de sus recientes proyectos estrella (las Fábricas de Creación, el Sant Andreu Teatre, Can Fabra…), que el consistorio ha absorbido enseguida, aunque realizándolos a su manera y sin contar con él. Hace 13 años levantó desde cero la Nau Ivanow: una fábrica de pintura en ruinas que hoy expone originales de Miró, es escenario del GREC y sirve de local de ensayo para taquilleros musicales en gira internacional. También ejerce de invernadero (y mecenas) de talentos desconocidos y disciplinas que aún no tienen nombre. Su última idea es convertir un rincón de la nave auxiliar en espacio gastronómico. No pocos han comparado la Ivanow con la célebre The Factory de Andy Warhol, un piropo que Basiana siempre recibe sonriente… y un poco sonrojado.
Para ser hijo de Manresa, su huella en La Sagrera y en Sant Andreu es enorme. ¿Se siente un poco padre de la transformación del barrio?Un poco de huella sí que habré dejado. Soy luchador de carácter y he hecho cositas para mejorar mi barrio. Cada vez que leo una noticia del Plan Sant Andreu – La Sagrera pienso: "Ostras, si lo inicié yo cuando nadie pensaba en esta zona". He tenido sueños y, mira, se han hecho realidad. No me incomoda que La Sagrera cambie, las ciudades que están vivas van cambiando. Me hubiera gustado participar más de su transformación, pero sólo he podido dejar constancia del cambio en libros y fotografías. Para La Sagrera, si se hace bien, será un salto muy importante.
¿Cómo surgió la visión de un gran parque dónde sólo había vías de tren?Yo entonces ejercía de arquitecto y, pese a tener unos treinta y pico años, la Diputación me había ofrecido el gran honor de estar supervisando las obras del Palau Sant Jordi. Eso me puso en contacto con los grandes nombres de la arquitectura, pero a la vez seguía muy involucrado con mi barrio, a través de la asociación de vecinos. Cambiar mi entorno era la forma de empezar a cambiar el mundo. Barcelona estaba transformando su litoral pero La Sagrera quedaba fuera del gran salto. Y yo veía mucho potencial en esta enorme zona de vías. De la idea a la práctica intervino el azar. Conocí a un arquitecto que trabajaba con el artífice del Hotel Arts, un promotor internacional muy potente de capital asiático. Y contactamos con él para que nos encargara un estudio sobre esta área con la hipótesis que algún día podría acoger una gran estación ferroviaria. ¡Y enseguida nos dijo que sí, lo vio clarísimo!
Entonces la estación de Sants era la protagonista indiscutida.Pero hacía años que se decía, en las facultades y en el Plan General Metropolitano, que Barcelona necesitaría una segunda estación. Se empezaba a hablar del AVE, que se estaba proyectando en Sevilla, y nosotros nos planteamos que si la alta velocidad llegase aquí como enlace con Francia La Sagrera sería el emplazamiento perfecto. Entregamos el estudio finalizado al promotor e incluso lo enseñamos a Pasqual Maragall, a quien le gustó muchísimo. El promotor, Travesteald, había hecho una gran transformación urbanística en Londres y vio muchas posibilidades de negocio en estos terrenos económicamente deprimidos. Cómo tenía que buscar inversores en Asia, enseguida vimos que mi firma no le serviría. Yo era un desconocido, un jovenzuelo. "¡Necesitamos un mediático!", dijimos. Y pensamos en Foster porque estaba haciendo la torre de telecomunicaciones de Collserola y conocía la ciudad. Y sí, le encantó y se sumó enseguida.
¿Qué pasó con el proyecto? ¿Por qué no triunfó?Funcionó para mí, porque la experiencia en el estudio de Londres fue una pasada. Y el proyecto se desarrolló fantásticamente, pero de pronto Travesteald hizo suspensión de pagos, que por eso el Hotel Arts no se terminó del todo a tiempo para los Juegos Olímpicos. ¡Así que nos encontramos con un proyecto estupendo en las manos, pero sin ser propietarios de los terrenos ni tener cliente que nos encargara la obra! Quedó en pura ilusión. Pensamos que al menos lo presentaríamos a la sociedad y el 1993 hicimos unas jornadas informativas en La Barraca, el centro cívico de La Sagrera. Claro, para el barrio fue un acontecimiento. ¡Norman Foster en La Barraca! El Ayuntamiento alucinó. Pero acabó así, porque legalmente no podíamos hacer nada más. Editamos toda la documentación, fotos y planos en el libro 1984-1994 Barcelona Transfer.
¿Cómo llamaron a la estación?El estudio inicial se llamaba sencillamente Sagrera Station, luego con Foster la bautizamos como Rec Comtal, en homenaje a la antigua acequia que proveía Barcelona. El parque que proyectamos encima de las vías incluía un lago muy bonito en forma de canal alargado.
¿Por qué el Ayuntamiento no recogió el guante, teniendo ya el trabajo hecho?Bueno, eran años complicados en Urbanismo. Políticamente era bicéfalo, socialista y comunista, y no se ponían muy de acuerdo. Miraron hacia esos terrenos, eso sí, y en base a nuestra idea iniciaron su propio proyecto. No nos llamaron nunca para reunirnos ni nada, no sé qué objeciones tendrían a nuestro plan. Recuerdo una buena anécdota, de cuando fuimos a presentarlo a la Generalitat, al conseller Molins. Cuando vieron esa propuesta, pusieron unos ojos… "¡Eso lo tenemos que guardar, que no lo vean los socialistas!", comentaban. Vieron que era una medalla política y no querían que Maragall, además de la olímpica, pudiera colgarse también ésta. Luego vinieron las luchas políticas, pasaron los años y al final convocaron un concurso inaccesible para nosotros, los requisitos eran muy complicados. Además, con el tiempo y las dificultades, aquella ilusión inicial se enfrió. Puse mis energías en nuevos sueños, como la Ivanow. Hombre, me hubiera gustado que me llamaran, claro, pero no ha podido ser. Y ya han pasado 20 años. Estoy contento que al menos se esté haciendo la estación.
Cuando, algún día, finalicen todas las obras del Pla Sant Andreu – La Sagrera y estrenemos la nueva estación, ¿qué legado quedará de su plan con Norman Foster?El concepto de parque lineal, que era el fundamento del proyecto. El gran lago ha quedado muy reducido, pero habrá uno. Y la ubicación de la estación se ha mantenido.
¿No le sabe mal que su paternidad haya quedado enterrada?Ya lo dirá alguien algún día, no tengo que ser yo el que lo reivindique. Me ha pasado muchas veces en este distrito. He ido por delante del Ayuntamiento en varias ocasiones. Propusimos la reconversión de Can Fabra en mediateca y biblioteca a petición del movimiento vecinal de Sant Andreu y la idea cuajó bien. Pero luego a la hora de la verdad, el Ayuntamiento montó un concursó y dio el proyecto a otra gente. Con el Sant Andreu Teatre y los multicines de la Rambla Fabra i Puig pasó igual. En fin, aunque por las ideas no se cobre nada, estoy contento de haber contribuido a mejorar mi barrio.
En 1997 adquirió la Nau Ivanow. ¿Por qué se encaprichó de una fábrica de pinturas abandonada y tan magullada?¡Por azar! Me gustaba mucho el edificio y lo veía a diario, porque tenía mi estudio en esta calle y comía en el bar Honduras que hay justo delante. Siempre entraba y salía, hasta que de pronto se quedó cerrada y quieta. Me intrigaba, así que se me ocurrió llamar al propietario con la excusa de si quería información sobre el Plan metropolitano que afectaba este solar y lo calificaba de terreno de equipamientos. Era un señor ruso muy mayor, que ya estaba enfermo, y me dijo que justo la había puesto a la venta. "Ahora te mando un chofer con la llave", me soltó. Así que bueno, entré con el chofer por pura curiosidad. Cuando entré y vi esa luz entrando por los ventanales, pensé enseguida: "¡Vaya sitio para hacer fotos!". Antes había sido fábrica textil y aún había botones y telas por el suelo, todo revuelto, un caos. Al día siguiente me llamó el abogado del Ivanow para que hiciera una propuesta. ¡Yo, que no podía ni comprarme un piso! Pero como tenía información del Plan que afectaba la fábrica y sospechaba que se la quería sacar de encima, me tiré un farol. "Treinta millones de pesetas", le dije, que entonces era una cantidad muy baja, en realidad era lo que me hubiera costado un piso mediano. Y el hombre aceptó, porque se pensaba que me estaba timando él a mí. Lo compré pensando que sería como mi estudio de arquitectura, pero más grande. Al fin y al cabo, en aquél ya hacía las cenas y reuniones de las asociaciones del barrio. Y además podría exponer y tener estudio de fotografía. El único problema es que no tenía dinero ni patrimonio, sólo me llegaba para cinco meses de la hipoteca. Pero me tiré a la piscina pensando que al menos habría vivido un sueño de cinco meses.
Al final pudo pagarlo durante una década y se convirtió en uno de los pocos espacios culturales de la ciudad que se autofinancian. ¿Cómo se logra?No iba conmigo pedir subvenciones, quería demostrar que con una buena gestión se puede sacar adelante un espacio cultural. El secreto, que duró unos ocho años, era que yo lo hacía todo: portero, telefonista, gerente, limpieza… 24 horas al día. Vivía aquí, incluso. En uno municipal el gasto principal hubieran sido las nóminas, es una pasada lo que suben. El otro secreto es que combinábamos las actividades culturales con el alquiler de espacios para autónomos y eventos. ¡El primer año es muy famoso en el barrio porque hicimos varias bodas gitanas! Pero cuando empezamos a crecer, tuve que buscar gente y picar puertas públicas para buscar una mínima ayuda. Y me di cuenta que era muy difícil, me han ayudado muy poco por lo que estamos dando a la ciudad.
Sin embargo, en 2010 casi regaló la propiedad de su amada Nau Ivanow al Ayuntamiento. ¿Qué sucedió?El proyecto crecía mucho, necesitábamos habilitar más espacios, alquilarlos a más gente… Enterré muchos millones. Pero en octubre de 2005 unas inundaciones hundieron la cubierta y no podía afrontarlo yo solo, tuve que ampliar la hipoteca. Además insonoricé la planta baja y rehabilité la fachada, porque ya no podían esperar más. Antes de ir al banco hablé con el gerente del Ayuntamiento, Ignasi Cardelús, porque si aquí tenía que ir un equipamiento suyo, pues que pagaran ellos las obras. Me decía que pronto comprarían la nave, pero que si acaso adelantara yo el dinero y en dos o tres meses me lo devolverían. Y pasaron cinco años. Al final en 2010 simplemente asumieron mi hipoteca a cambio de la titularidad de la nave principal, aunque la gestión nos la han mantenido. Se quedaron con un espacio que vale mucho más dinero que la deuda que quedaba, pero en fin, ya está, estoy contento porque la Nau sigue adelante.
Las naves secundarias están en obras. ¿Vuelve a adelantarles dinero?Sí… Éstas tres todavía son propiedad mía, aunque también se supone que las comprarán algún día. Aunque después de haberlas levantado yo y puesto bonitas, claro.
¿Le gusta o le incomoda, que comparen su Ivanow con The Factory de Warhol?Fue mi principal referente cuando compré la Ivanow, pensé que en ella podrían exponer pintores, diseñarse revistas, grabarse cortos… Incluso la llamé Nau como traducción un poco amañada del inglés Factory. Y el Ivanow por el propietario ruso, porque para nada le hubiera puesto Basiana, qué vergüenza.
La faceta de fotógrafo se ha ido comiendo la de arquitecto. ¿Es culpa de la nave?No del todo. Me dedicaba a la Arquitectura como gestor, no dibujando, sino quizá hubiera canalizado la creatividad hacia allí. La fotografía me permite depender sólo de mí, sin clientes ni promotores. Además, hoy en día te encargan qué quieren exactamente y te conviertes en un mero instrumento para su obra. De pequeño ya iba con la cámara colgada del cuello y al instalarnos en Barcelona, en 1970, me monté un laboratorio casero. Nunca fui a una escuela de fotografía, me compraba revistas, hacía fotos y aprendía por mi cuenta. El próximo sueño es exponer en el Museo Reina Sofía de Madrid, porque ya lo he conseguido en el MACBA y es como la próxima parada. Para que te reconozcan como fotógrafo, tienes que haber expuesto en sitios importantes.
Este viernes se presenta el libro-entrevista que le ha dedicado Pau Vinyes y el documental biográfico realizado por Ariadna Ribas. ¿Siente que por fin le llega el reconocimiento, aunque no sea institucional?Debo reconocer que en 2009 me dieron un cierto reconocimiento público atorgándome la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Barcelona. Ya que no me habían ayudado demasiado con dinero, fue una forma de reconocerme poco, para mi fue importante. Pero es que todavía tengo mucha energía, no quiero aún reconocimientos. Cada día me levanto con ilusión de hacer cosas y las hago porque las siento. Nada más. Soy demasiado tímido para ser mediático.
¿Cuáles son los próximos sueños que intentará cumplir a corto y medio plazo?Poner la Nau Ivanow a nivel de Champions League. Transformar las tres naves pequeñas me está dando nueva energía. Tienen un aire aún más industrial, muy berlinés, son muy versátiles. Este viernes exponemos 13 originales de Joan Miró, algo que nunca hubiera imaginado, y quiero que sea el inicio de la nueva etapa en la que pasen por la Inanow los grandes creadores mundiales.

Xavier Basiana: "He ido por delante del Ayuntamiento en varias ocasiones"